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21 ene 2025

Los extraños salvadores - El Eco de los Condenados

enero 21, 2025 Posted by M. A. Morán , No comments
El siguiente cuento no es un cuento como tal, más bien es un pequeño escrito que hice ya hace tiempo en un arranque de inspiración, aunque más bien es un What if... una perspectiva diferente, una de la que jamás volveremos a saber. Como ya tiene tiempo que lo escribí, no está corregido, lo deje tal cual salió de mi cabeza porque significa algo muy valioso para mí. El Eco de los Condenados es una novela de fantasía oscura que estoy escribiendo y de la que espero venir a contarles en algún momento por aquí o en mi Tiktok, en fin. Por ahora los dejo con un personaje sin nombre, en un lugar sin nombre, frente a unos personajes que tendrán mucho protagonismo. 


Los Extraños Salvadores 


Los gritos a mi alrededor debieron ser razón suficiente para correr en busca de los brazos de mi madre, aun así me mantuve de pie viendo como todos a mi alrededor se empujaban entre ellos. Quería ver aquello que había liberado a la ciudad de la maldición de las brujas, de qué corría la gente, la razón de que asustada, pero agradecida salía corriendo sin ver atrás celebrando la libertad que se les tendía a mano llena con felicidad.

Un enorme aro de luz color azul metálico se expandió por el cielo haciendo que la eterna neblina con la que había crecido se iluminara haciendo que pareciera un océano vivido y hambriento sobre mi cabeza. Sentí un escalofrío al ver aquel espectáculo.

Iba a darme la vuelta para buscar a mi madre, pero en ese momento, una especie de trueno, el más voraz que había escuchado nunca, retumbo por todo el cielo haciendo que no tuviera de otra más que cubrir mis oídos y agacharme en busca de protegerme con lo que sea que tuviera a la mano. Miré por encima de mi hombro y entonces lo vi: Una extraña escena que salió de entre los edificios, cabalgando una de las criaturas más peligrosas que había conocido en la vida, un chico con más armas encima que cualquier jinete, bajó a toda prisa abriendo un arco de metal y sacando una flecha de un bolso de piel apuntando a una de las entradas del Domo.

Detrás de él, aquella bestia enorme comenzó a retorcerse del dolor y para su sorpresa, comenzó a encogerse hasta hacerse un poco más bajo que el mismo jinete. Después de unos segundos más de dolor, el jinete lo tomó del brazo ayudándole a erguirse otra vez. Ya no era una bestia. Se había convertido en un chico de cabello rizado y despeinado que cargaba con un arma en un bolso escondido sobre su espalda.

Quizás algo que jamás volvería a presenciar otra vez.

Tal vez no debí moverme en ese momento, porque apenas me levanté, la mirada de ambos chicos cayó sobre mí con sorpresa. Para ser sincera tenía más miedo del chico transformado que me miraba con una sonrisa. Se acercó a mí y acarició mi cabello al mismo tiempo que me veía de pies a cabeza.

—¿Estás bien? — preguntó con una voz dulce. Yo no pude contestar. El jinete se acercó a toda prisa interrumpiéndome, haciendo que el joven retrocediera con el arma y lo mirara con angustia en sus ojos.

—Ya no hay tiempo —miró al chico acariciando su rostro, ambos intercambiaron una mirada de miedo, como la que poníamos cuando mi madre nos decía a mi hermano y a mí que debíamos quedarnos callados cuando se acercaban las bestias —. ¡Vete niña, ahora! —esta vez dirigiéndose a mí, el jinete gritó una orden que hizo que cada vello de mi nuca se erizara.

Comencé a correr con fuerza hasta que escuché un estruendo a mis espaldas que me hizo voltear por curiosidad. El chico transformado en humano y el jinete, estaban enfrentándose a los guardias de las brujas en un duelo fiero donde podía ver flechas y luces extrañas que silbaban en el aire. Me habían sacado justo a tiempo.

Queridos extraños, ustedes salvaron la vida de más de cien familias que permanecían atrapadas en la enorme ciudad. Les debo la vida y estaré agradecida por siempre, pero ese jinete pudo haber sido más amable conmigo.

7 ene 2025

4:00 AM

enero 07, 2025 Posted by M. A. Morán No comments
Estábamos paradas frente a la otra, mirándonos, compartiendo todo sin decir nada. Sus ojos amarillos lucían una mirada fría que cantaba un "tengo sueño", pero mis entrañas sabían que ese ligero parpadear significaba "te amo".

Su cálida voz resonó en toda la habitación, en una vibración que desconcertaba a cualquiera, parecía que estaba esperándome. Sonreí cuando la vi acercarse a mí con pasos cansados y se restregó. Yo la hice a un lado y me senté en la mesa para continuar. Saltó a mi regazo y volvió a soltar otra vibración que resonó desde lo más profundo de su garganta. Todo su cuerpo vibró también.

Mi amada compañera, siempre al borde de la mesa esperando a que su atolondrada madre, llena de sueños infantiles que abarcaban desde ser cantante hasta ser una afamada y reconocida escritora, se fuera a dormir. Nuevamente habló, pero esta vez mi cansancio me hizo oírla.

—Son más de las 4:00 AM, madre —dijo ella. Me asusté, cerré la libreta y la miré.

—Te amo —dije —, pero no vuelvas a hablar jamás en tu vida.

Después de eso, los ojos felinos se cerraron lentamente y luego abrieron. "Ya entendí" fue lo que pensé que me había dicho.

No supe si el cansancio me había jugado en contra, pero mi gata me habló esa noche.




15 oct 2023

El día en la playa

octubre 15, 2023 Posted by M. A. Morán , No comments
Tengo recuerdos incrustados, muchas escenas en mi cabeza que parecen haber sido vividas por otra persona en lugar de por mí, pero eso no le quita lo bello a esos recuerdos. Procuro mantener la sensación de calidez que mis padres tenían conmigo y mi hermana.

Hoy, quiero contarles un pequeño cuento, un recuerdo incrustado que no es mío, pero que está ahí en forma de pensamiento. Tal vez fue un sueño o tal vez una voz debajo de mi almohada lo susurró. Fue durante la madrugada y no permití que se borrara de mi memoria hasta que pude levantarme a la mañana siguiente.


Esto es: El DÍA EN LA PLAYA


Cada mañana iba a caminar a la playa. Me relajaba escuchar los sonidos del mar, y las gotas de agua salada chocando con mi rostro hacía que me transportara a cuando todavía era una niña.

Papá era el que nos llevaba a mis hermanos y a mí, quizás no a bañarnos porque le daba miedo el mar, pero sí a correr por la orilla y hacer castillos de arena. Una vez nos dijo: “Si se meten al agua y una ola los lleva, a ver quién va por ustedes, hijos de la chingada”. Esas palabras fueron suficientes como para saber que papá no iría por nosotros, aunque ya más grande me doy cuenta de que, aunque el hombre no supiera nadar y su amor por el mar se limitara a solo observarlo de lejos, si uno de sus hijos hubiera estado en peligro, él se lanzaría en nuestro rescate sin dudarlo.

Recuerdo que una mañana mientras hacía mis caminatas, vi a lo lejos a una familia: Un padre y tres niños pequeños. Automáticamente pensé en nosotros.

Me les quedé viendo un rato, sentada en una de las bancas del camino, la nostalgia me invadió y aunque no escuchaba nada de lo que ellos decían, noté que ninguno tocaba el agua. Me imaginé al papá diciendo las mismas palabras que el mío y haciendo de ese momento un recuerdo que acompañaría a los niños hasta su vejez.

31 ago 2023

La Tormenta

agosto 31, 2023 Posted by M. A. Morán , No comments
La siguiente historia a continuación, fue mi participación para el concurso que llevó a cabo la Revista Frescazine para su edición de Relatos de Terror Octubre 2021, en donde gané el segundo lugar. Fue mi segunda ocasión participando en un concurso de este tipo, así que nunca me esperé conseguir un puesto. Durante la lectura se podrán notar varios errores de ortografía, puntuación y sintaxis, normalmente los corregiría para subirlo aquí, sin embargo, así tal cual, fue enviado a la revista, por lo que tiene un significado muy personal dejarlo tal y como está. 

Ver lo que he mejorado hasta el momento, no solo hace que me sienta orgullosa, sino que provoca un sentimiento de aprecio y ternura a la "yo" de ese octubre. Espero que en cinco años más, pueda ver mis entradas actuales con cariño, tal y como lo hago ahora.

Pueden ir a apoyar a la revista en su Instagram para que estén atentos a lo que sube y puedan participar en sus eventos. Un abrazo a las creadoras por haberme dado esa oportunidad.




La tormenta

Cuando era niña, en una tarde lluviosa de septiembre, mi familia y yo nos preparábamos en caso de que hubiera un apagón. Las luces parpadeaban en advertencia de que muy pronto estaríamos a oscuras.

Compramos velas y algunos encendedores para tener un poco de luz. No es que no estuviéramos acostumbrados a la lluvia, pero cuando la luz se iba en toda la colonia se ponía tan oscuro que los truenos daban escalofríos cuando se escuchaban a lo lejos romper entre el cerro junto con aquellos segundos de luz que provocaban los relámpagos al caer.

Mi madre solía cantarnos para que mi hermana y yo no tuviéramos miedo. Yo no me sentía intimidada por la lluvia o el estruendo, pero aunque quisiera, no podía evitar sentirme nerviosa. Éramos niñas. Nos sentábamos a sus pies escuchando su voz que de vez en cuando era opacada por el feroz sonido de los truenos. Había ocasiones en las que después de un rato nos quedábamos dormidas hasta el día siguiente donde ya casi no había rastro de que en algún momento durante la noche se hubiera desatado un infierno, pero esa tarde fue diferente.

La luz del día estaba desapareciendo muy lentamente. Aunque estuviéramos entretenidas viendo televisión o jugando con nuestros juguetes, sabíamos que en cualquier momento haríamos uso de las velas que habían comprado.

Papá siempre nos decía que éramos afortunadas en quedarnos dormidas después de un rato. Nosotras no sabíamos que después de una hora, las velas se acababan y todo quedaba en completa oscuridad. Mi hermana es mucho más pequeña que yo, así que es muy fácil asustarla, y la oscuridad era su mayor enemiga.

A las nueve de la noche la lluvia no había dado tregua y los relámpagos eran cada vez mas amenazantes. “Si la luz no se va ahora, seré yo quien corte la electricidad” papá comentó con ironía. Aunque mamá y yo nos reímos, podía sentir algo muy extraño en su tono, no eran sus típicos comentarios para hacernos reír burlándose de la situación.

Quizás fue la confianza que sentía con cada minuto pensando para mí que esa noche no habría un apagón, pero como si fuera una rápida contestación a mi certeza de irme a la cama con la luz encendida, un relámpago cruzó de esquina a esquina por encima de la casa haciendo que por unos momentos el silencio resultara abrumador y justo después el sonido del peor trueno que había escuchado jamás hiciera acto de presencia apagando todo rastro de luz que se viera dentro y fuera de las casas.

El primer grito vino de mi hermana, el segundo de mi madre tratando de encontrarla y el tercero fue mío. Una fuerte mano había tomado mi pie derecho mientras yo trataba de correr con papá.

La llama de una vela nos sorprendió, mi hermana estaba en los brazos de mi madre y ambas me veían a mi preguntándose porque había gritado mucho después de que la luz se fuera. No me asustaba tanto quedarme a oscuras, pero esa horrible sensación de frialdad que sentí al no poder moverme por culpa de una mano huesuda y con grandes uñas no la olvidaré jamás.

Comencé a llorar. Entré en un estado de nerviosismo puro que gritaba por mí unas palabras sin sentido, tratando con fuerza de explicar lo que había sentido sin sonar ridícula o mentirosa. “Solo lo imaginaste. El trueno sonó muy cerca así que debiste sentir un escalofrío” dijo mi padre tratando de encontrar lógica a mis balbuceos.

Es verdad, sí, tuve un escalofrío, pero no sabría decir si fue por ese ensordecedor sonido o por la mano fría aferrándose a mi pie como si buscara tomar impulso de mis movimientos.

No podía concebir que aquello hubiera sido parte de mi imaginación siendo que pude sentir cada uno de los dedos doblando sus articulaciones a mi alrededor, pero así había terminado el tema. Estuve pegada a mi madre la siguiente media hora. Mi hermana estaba quedándose dormida en sus piernas, ella tarareaba una canción de cuna y trataba de tranquilizarme, mientras que mi padre hallaba la forma de mantener una vela unida a otra con pedazos de cera que había encontrado en un cajón para que así tuviéramos más luz por un rato.

Al ver a mi hermana podía sentir envidia. Ella estaba tranquila tratando de dormir, mientras que yo me mecía de los nervios.

"¿Por qué no te recuestas? Verás que te quedas dormida muy rápido si te rasco la cabeza" me dijo serena tratando de aliviar un poco mi ansiedad. Yo obedecí, quizá sentir su mano acariciarme calmaría la frustración que sentía al no poder probar lo que había pasado, pero, para ser honesta ¿para qué querría probar aquello? Era mejor si lo dejaba por la paz y me decía a mi misma que había sido solo parte de mi imaginación.

Internamente comencé a repetir que no había pasado nada, había sido una fantasía que mi mente cansada de la lluvia había creado por capricho. “No fue real” me decía y fue así que finalmente pude quedarme dormida escuchando el gentil tarareo de mi madre.

Una horrible voz desde el interior de mi cabeza me llamó usando un tono enfermizo mientras unos rasguños sonaban a lo lejos. Me removí un poco buscando algo con que taparme, pero me di cuenta de que aún estaba en la sala de estar. Abrí los ojos viendo la oscuridad que ya me esperaba, escuchaba los ronquidos de mi padre acostado desde el otro sofá y al palpar el lugar en donde yo me encontraba me di cuenta de que estaba en una colchoneta que habían puesto ahí para pasar la noche.

Levanté mi mano en busca del sofá y pude sentir la mano de mi hermana colgando desde arriba. Estaba dormida con mi madre, acurrucada en su pecho como una bebé.

Me levanté para ir al baño. Escuchar la lluvia caer por horas hizo que tarde o temprano las ganas de mear se hiciera algo inevitable, no tuve de otra que poner mi mano en la pared para ir guiándome hasta el piso de arriba buscando la puerta del baño.

Me senté en la taza pensando en terminar lo más rápido que podía y así finalmente regresar a donde estaba mi familia, pero una voz, la misma voz obscena que había escuchado entre sueños me llamó por mi nombre desde la parte de arriba de la cortina del baño. No me moví un centímetro mientras escuchaba su respiración. Me sentía como si fuera una presa, un insecto atrapado en la red de una araña que estaba esperando una señal para echarse encima. Con el rabillo del ojo, traté de ver que era, pero apenas podía ver una parte de la silueta delgada que se sostenía con dos brazos esqueléticos. Comencé a sollozar pensando en gritarle a mis padres, pero si no llegaban a tiempo ¿qué clase de escena verían? Cerré los ojos con fuerza y me quedé ahí, estática, esperando junto con aquella cosa que me observaba.

No sé cuanto tiempo estuve ahí, pero estaba segura de que apenas habían sido minutos. La voz de mi madre junto con el suave toque de sus nudillos del otro lado de la puerta me sacó del escenario en el que yo misma me había metido.

Abrí la puerta en busca de sus brazos y ella, tomándome también, acarició mi cabeza y me llevó de vuelta a dormir a la sala. Pensando que todo había terminado, la oscuridad de la habitación fue mi refugio, hasta que un feroz relámpago encendió por unos segundos mi alrededor dejando ver que una criatura descarnada, huesuda y con la cabeza al revés estaba parada en el marco de la puerta. Me desmayé segundos después dejando que todo aquello se lo llevara la noche.

Al día siguiente todo parecía en su lugar. La lluvia no había dejado rastro de que hubiera estado ahí gracias al sol que ya calentaba a tempranas horas de la mañana.

Nadie me creyó, ni mi madre, ni mi padre. Ahora cada que llueve, tengo miedo de toparme con aquella criatura de nuevo, tengo miedo de que vuelva a verme con esos ojos saltones carentes de alma y esa sonrisa que me decía que no tendría reparo alguno en dejar atrás un sangriento desastre.